INTRODUCCIÓN
El tiempo de Adviento nos quiere
ejercitar en una virtud cristiana básica: la esperanza. Debemos aprender a “esperar” y nos
sentiremos más pacificados.
Cada año cobra actualidad el Adviento, porque siempre necesitamos la venida de
Dios a nosotros. Sería
señal de debilidad o de muerte si nos encontráramos satisfechos con lo que ya
tenemos.
Esta
oportunidad de renovación cristiana que nos ofrecen los “Tiempos
litúrgicos” nos ayuda a mantener o recuperar la sensibilidad de lo
divino, que podemos ir perdiendo a causa de las actividades
puramente humanas si no se ofrecen a Dios, a lo largo del año. Nos conviene que
el Adviento comience a despertar en nosotros el apetito de los bienes que verdaderamente
valen la pena. En esta sociedad en la que nos toca vivir, los que nos
consideramos cristianos, debemos ser el CORAZÓN que la mueva por caminos de
esperanza.
Las personas que nos rodean deben ver en nosotros unos valores evangélicos claros:
justicia, servicio, generosidad etc. evitando todos aquellos valores que promulga
la sociedad de consumo: tener más, ser el más poderoso, más sabio, mas famoso.
NO, AL CONSUMISMO DESENFRENADO.
¿QUÉ
ESPERAMOS?
El pueblo de Israel estuvo durante siglos y siglos esperando al Mesías. Pero
nosotros vivimos en el Nuevo Testamento: Cristo nació de María Virgen y
apareció entre nosotros. Desde que El llegó todo ha cambiado en la historia:
vivimos el tiempo de Cristo. Si Jesús ya ha venido ¿qué esperamos?
Esperamos la venida gloriosa de Cristo al fin de los tiempos, para establecer
definitivamente su Reino. Desde que llegó Cristo a nuestra historia, la
plenitud de los tiempos está ya comenzada. Después de Cristo no esperamos a
nadie más. El inauguró ya su reino: este irá creciendo y madurando a lo largo
de los siglos, hacia la plenitud final.
Mientras tanto recordamos gozosamente el nacimiento de Jesús en Belén,
celebramos su aniversario y aprendemos las entrañables lecciones que sus protagonistas
nos dieron.
HISTORIA
DEL ADVIENTO
La
Fiesta de la navidad se comenzó a celebrar en la primera
mitad el siglo IV. Era una celebración nueva, en esa época, pues antes de ella
sólo se celebraba la Pascua del Señor, cada domingo. Surge la fiesta de la
Navidad para celebrar el aniversario de la venida del Señor y también como
ocasión para combatir las fiestas paganas -que se celebran el 25 de Diciembre
en Roma y para los egipcios el 6 de Enero- proclamando la fe de la Iglesia en
la Encarnación y Nacimiento del Verbo.
Hasta
el siglo VI no señaló litúrgicamente el tiempo de preparación para la navidad.
Esta práctica de la preparación, comenzó en Francia y España; y en
el siglo VII, aproximadamente, se extiende a Roma y con esto, nace
el tiempo litúrgico de “Adviento”. Es así, cómo la palabra latina
“Adviento” (venida) pasó a designar “el período precedente a la
Navidad del Señor”.
Ya
desde los orígenes, el Adviento se descubre con carácter escatológico a la vez
que de preparación a la Navidad, lo cual ha llevado a la discusión sobre el
sentido su verdadero sentido originario. En estas discusiones unos
han optado por la tesis del adviento orientado a la Navidad, mientras otros
preparación a la venida escatológica.
CONTENIDO
LITÚRGICO DEL ADVIENTO
Como
hemos visto, el adviento tiene un significado preciso y por lo mismo tiene una
estructura también precisa: su celebración del dura cuatro semanas que están
divididas en dos etapas. Durante este tiempo se prepara la Venida del Señor
contemplada en dos aspectos: la Venida escatológica y la venida histórica.
La
primera etapa (venida histórica) inaugura el tiempo de salvación. Empieza el
primer domingo de Adviento y termina el día 16 de diciembre. En esta etapa la
Venida del Señor es contemplada en sus dos dimensiones, los creyentes son
invitados a prepararse para salir al encuentro del Señor y recibirlo en la
existencia concreta.
La
segunda etapa (venida escatológica) será el cumplimiento. Esta
etapa, es como una "Semana Santa" que prepara la Navidad.
De
lo señalado hasta el momento se puede inducir en profundidad, cuál es el
sentido del Adviento, lo más importante es que se trata de la Venida del Señor,
el Señor vendrá y por eso hay que estar preparado; no de cualquier manera se
puede recibir al Señor, es necesaria una preparación previa. Esta preparación
es la conversión del corazón acompañada del gozo y la alegría, la esperanza y
la oración. El tiempo de Adviento, por tanto, es el tiempo de la esperanza,
de poner en ejercicio esta virtud que con la fe y el amor que constituyen la
trama de la vida espiritual.
Las
lecturas de este tiempo también nos orientan en las dos dimensiones que hemos
señalado ya. En la primera lectura se hablan a los profetas mesiánicos, especialmente
Isaías, anunciando al Salvador y los tiempos nuevos y definitivos; en el
Evangelio se oyen exhortaciones del Señor a la vigilancia y textos del
Evangelio de la infancia.
Este
sentido ya indicado más arriba, de espera del Señor, se expresa
en la liturgia mediante la supresión de los símbolos festivos, falta todavía
algo para la fiesta pueda ser completa, porque ésta, sólo llagará a
su culmen de alegría cuando el Señor llegue y more en su
pueblo.
PERSONAJES
DEL ADVIENTO
El
tiempo del Adviento nos presenta principalmente tres personajes que nos ayudan
a prepararnos para las fiestas de navidad.
Isaías
es el profeta del Adviento. En sus palabras resuena el eco de la gran
esperanza que confortará al pueblo elegido en tiempos difíciles y
trascendentales, en su actitud y sus palabras se manifiesta la espera, la
venida del Rey Mesías. Él anuncia una esperanza para todos los tiempos. Debemos
mirar la figura de Isaías y escuchar su mensaje que nos dice que no todo está
perdido, porque el Dios Fiel y no solo no nos abandona sino que nos trae la
salvación.
Juan
Bautista, el Precursor, es otro de los personajes del Adviento;
con su testimonio y sus palabras prepara los caminos del Señor, anuncia la
salvación nos invita a la conversión, él es el que señala a Cristo entre los
hombres, nos invita a la penitencia, como ayuda a la preparación para recibir
al Señor y nos enseña debemos cambiar nuestra mentalidad
engendradora de malas acciones.
María,
la Madre del Jesús, es el tercer personaje del Adviento. En
ella culmina y adquiere una dimensión maravillosa toda la esperanza del
mesianismo hebreo. María espera al Señor y con su “Sí” coopera en la obra
redentora. El Adviento es el mes litúrgico mariano ya que en este tiempo María
aparece activa en los textos bíblicos, sobre todo en la última semana. Su
actitud de confianza y esperanza es un modelo a seguir.
ESPIRITUALIDAD
DEL ADVIENTO
Durante
el tiempo del Adviento la liturgia pone a nuestra consideración al
Dios Amor que se hace presente en la historia de los hombres. Dios
salva al género humano por medio de Jesús de Nazaret en quien el Padre se
revela.
El
Adviento nos debe hacer crecer en nuestra convicción de que Dios nos ama y nos quiere
salvar, y debe acrecentar nuestro amor agradecido a Dios.
Adviento
es el tiempo litúrgico de dimensión escatológica, el tiempo que nos recuerda
que la vida del cristiano no termina aquí, sino que Dios nos ha destinado a la
eternidad, a la salvación. En este proyecto la historia es el lugar de las
promesas de Dios.
Dios
anuncia y cumple sus promesas en nuestra historia. Adviento es el tiempo en que
celebramos la dimensión escatológica de nuestra fe, pues nos presenta el
plan divino de salvación con elementos ya realizados en Cristo y con
otros elementos de plenitud que aún esperamos se cumplan.
Esta
esperanza escatológica supone una actitud de vigilancia, porque el Señor vendrá
cuando menos lo pensamos. La vigilancia requiere la fidelidad, la espera
ansiosa y también el sacrificio; la actitud radical del cristiano ante el
retorno del Señor es el grito interior de:
¡VEN, SEÑOR JESÚS!
Esperar
en el Señor supone estar convencido que sólo de Él viene la salvación, sólo Él
puede liberarnos de nuestra miseria, de esa miseria que nos esclaviza e impide
crecer. El tiempo de Adviento nos recuerda que se acerca
el Salvador, por eso la esperanza va unida a la alegría, el gozo y la
confianza.
Adviento
es también, el tiempo del compromiso; la invitación del Bautista a preparar los
caminos del Señor nos presenta como ideal una espera activa y eficaz. No
podemos esperar al Señor que vendrá, con los brazos cruzados sino en esa
tensión activa , en un esfuerzo sereno por contribuir a construir un mundo
mejor, más justo, más pacífico, donde se viva la solidaridad y caridad
fraterna.
La
espera del cielo nuevo y tierra nueva nos impulsa a esta acción transformante
de nuestro mundo, pues así éste va madurando y preparándose positivamente para
la transformación definitiva al final de los tiempos.
El
Adviento nos tiene que hacer desear ardientemente el retorno de
Cristo, pero la visión de nuestro mundo injusto, sembrado de odio y división,
nos revela su falta de preparación para recibir al Señor. Los creyentes hemos
de preparar el mundo, madurarlo para venida del Señor.